Cristiano y abogado al mismo tiempo
Escrito por Eternidad Plus el 22/06/2021
La Palabra nos enseña que Cristo es nuestro máximo abogado, liberándonos de la condenación que merecemos por nuestro pecado
¿Se puede ser abogado y cristiano a la vez?
Muchos piensan que ambos roles se excluyen mutuamente, ya que ser abogado implica “por necesidad” hacer “cosas malas”. Se cree que el abogado es engañador, tramposo, estafador, avaro, entre otros epítetos que no halagan. No obstante, la profesión se considera un “mal necesario”, ya que en ocasiones es un profesional útil.
Aunque lamentablemente muchos en el gremio dan razón a quienes piensan así, también es cierto que hay otros abogados que ejercen su profesión con ética y pulcritud al regirse por las normas morales y deontológicas.
Sin embargo, ¿sería suficiente para un cristiano abogado ejercer su profesión con ética? ¿Cuál sería el fin último o propósito de su ejercicio profesional? ¿Dice la Biblia algo al respecto? ¿Nos dan algún ejemplo de un abogado cristiano?
El rol del abogado
En la Biblia vemos algunos ejemplos de abogados (escribas) que gozaban de buena reputación en su sociedad. Los intérpretes de la ley eran considerados sabios. No obstante, algunos usaban sus profesiones para servirse a sí mismos, lucrar, y ganar prestigio a la vez que guardaban celosamente su escalafón social aun a costa de la verdad.
Estos abogados estaban atrapados en el legalismo y formalismo normativo obviando el principio o espíritu de la ley, y rigiéndose por un pragmatismo utilitarista, incluso condenando al inocente. Lo anterior se evidencia en las interacciones que tuvieron con nuestro Señor Jesucristo, a quien buscaron poner a prueba al hacerle preguntas capciosas para inculparlo (Mt. 22:35-40; Lc. 10:25-29).
Jesús acusó a los intérpretes de la ley de poner en los hombres cargas difíciles de llevar, las cuales ni siquiera ellos llevaban (Lc. 11:45-46), y de haber quitado a otros la llave del conocimiento; es decir, siendo incrédulos y alejando a los demás de la verdad (v. 52).
Esto nos enseña que el trabajo del abogado no debe consistir en ser un sofista, tal como algunos creen, y disuadir para que su “versión de la verdad” sea la acogida. En cambio, el trabajo del abogado es ser un auxiliar de la justicia. Obviamente, el abogado debe ser leal a su cliente y defender sus intereses, pero esto nunca debe ser a costa de la justicia.
Aunque en última instancia corresponde al juez decidir, y es su rol dirimir la controversia entre las partes en conflicto, el abogado también debe ser justo y no buscar el “éxito” torciendo la verdad. Esto aplica no solo a los abogados litigantes, sino también a todas las especialidades, ya que los mandatos y principios bíblicos son aplicables a todos.
Vivir conforme a la fe
¡Qué distinto sería un abogado si asesorara bajo los precepto bíblicos! Si buscase el beneficio de su cliente, evitando en lo posible afectar a la contraparte, y la meta ideal fuese cerrar negocios ganar-ganar, en vez de ganar-perder como muchos se esmeran en realizar. Lamentablemente, como ya mencionamos, este no siempre es el caso.
Por lo tanto, debemos analizar las motivaciones de nuestros corazones, ser sinceros, y reconocer qué es lo que nos mueve a hacer lo que hacemos: ¿ejercemos nuestra profesión con el mero propósito del lucro propio, y el reconocimiento social de los colegas y las revistas de índices internacionales (igual que los escribas)? ¿O ejercemos la profesión para la gloria de Dios (1 Co. 10:31)?
Como creyentes, debemos vivir conforme a lo que creemos y sembrar para la eternidad, donde los ladrones no minan ni hurtan, ni la polilla ni el óxido corrompen (Mt. 6:19-21). Somos llamados a diferenciarnos de los que viven sin esperanza y sin Dios en este mundo, aquellos que trabajan solo para el hoy.
La Palabra nos enseña que Cristo es nuestro máximo abogado, liberándonos de la condenación que merecemos por nuestro pecado (1 Jn. 2:1). Así que Él debe ser nuestro modelo. Puesto que Él es la Verdad (Jn. 14:6), no se goza en la injusticia. Tampoco usaría tráfico de influencia, ni aceptaría soborno (ver Dt. 16:19, 27:25; Pr. 15:27). No mentiría ni sería el dinero su motivación.
Asimismo, recordemos siempre que nuestro título en realidad no es el de “abogado cristiano” sino el de “cristiano abogado”. Nuestra fe va primero y tiene preeminencia sobre la profesión. Además, el ser humano debe ser integral con un solo código de valores. Existe solo una verdad absoluta, solo una fe verdadera, solo un Dios, y solo una Escritura. Esto debe llevarnos a actuar coherentemente en todas las áreas de nuestra vida.
Al igual que el cristiano contable, electricista, o de cualquier otra profesión u oficio legítimo, en última instancia no es el oficio del cristiano abogado lo que determina su nivel de integridad. En cambio, debe ser su fe en Cristo, quien nos lava de todo pecado y nos guía a la obediencia a Dios. Ahora, como hijos de Dios, debemos imitarlo en su justicia. Él es justo y por ende nosotros también debemos serlo (1 Pe. 1:16).
El abogado creyente hoy
Por último, al hablar sobre la profesión del abogado desde una cosmovisión bíblica, no podemos dejar de señalar que él tiene hoy un rol social muy marcado. Posee responsabilidad en el buen desarrollo y administración de la justicia, en especial cuando en nuestros países se promueven actualmente leyes injustas, contrarias a la Palabra de Dios, la razón, y el bienestar de las personas.
Vivimos en un mundo lleno de ataques del Maligno, y el principal campo de batalla es la mente. El ataque ideológico que vemos hoy contra la verdad es brutal, y las ideas tienen consecuencias. Lo vemos claramente con la agenda de la ideología de género, los movimientos LGBTIQ+, la promoción de la despenalización del aborto, el ataque a la institución de la familia y el matrimonio, y la coerción contra la libertad de conciencia, religión, y culto, en especial contra los cristianos.
Todo abogado cristiano debe preguntarse: ¿Qué estás haciendo para frenar todo esto? ¿Crees que con asistir a la iglesia todos los domingos es suficiente? Debemos aplicar los dones y talentos que Dios nos dio para el servicio del Reino al integrar nuestra profesión a nuestra identidad en Cristo, y aplicar los conocimientos y las destrezas que tenemos para vivir conforme al evangelio puro, defendiendo a los más vulnerables (Jer. 22:3).
Somos abogados que rendiremos cuentas al Juez de jueces. Así que imaginemos lo que sería escuchar a Dios preguntarnos: ¿Dónde estabas mientras los países legalizaban el aborto y mataban a millones de bebés que yo cree? ¿Dónde estabas cuando legalizaban el matrimonio homosexual? ¿Dónde estabas cuando encarcelaban a mis pastores por predicar mi Palabra? ¿Qué hiciste con los talentos que te di como abogado para esos tiempos? (cp. Mt. 25:31-46).
La vocación del abogado es una vocación preciosa y de valor muy particular en nuestros tiempos. Oremos que nuestro Abogado y Juez nos conceda siempre honrar su nombre.
Véase también el mal ejemplo de Tértulo en Hechos 24:1.
Escrito por:
El abogado Alejandro Ramírez, miembro de la Junta Directiva de Eternidad Plus