Perdonando vez tras vez
Escrito por Eternidad Plus el 15/11/2019
“Y si siete veces al día pecare contra ti, diciendo: Me arrepiento; perdónale” (Lucas 17:4).
Es bien admitido en casi todas las culturas que es bueno perdonar y que quien otorga el perdón es beneficiado. Aun el mundo secular reconoce y promueve a aquellos que están dispuestos a otorgar el perdón con el objetivo de obtener la paz, la unidad y el progreso. La sociedad reconoce que el perdonar es necesario para una vida emocional saludable, por lo que vemos en revistas y libros frases como “El perdón es liberador” y “Los beneficios de perdonar”.
Dentro del pueblo cristiano este es un tema tratado constantemente. Cientos de artículos, prédicas y discusiones han girado en torno al perdonar, llegando muchos cristianos a definir el perdón como el eje central del Cristianismo. Esto no se queda en la teoría. No podemos evitar ser repetidamente heridos por personas a nuestro alrededor, y en especial por aquellos más cercanos.
La pregunta entonces es, ¿cómo reaccionamos cuando perdonamos una falta pero se siguen cometiendo otras?
El perdón empieza en el corazón mismo de Dios; se concretiza a través del sacrificio de Cristo, y nosotros los cristianos podemos ejercerlo por medio del Espíritu Santo que es nuestro Ayudador. Dios, que conoce de antemano nuestra condición, concibió el perdón para que fuese concedido ilimitadamente. Cristo lo enfatizó en sus enseñanzas (Mateo 18:21-22), y así lo instituyó en la oración del Padre Nuestro: “Y perdona nuestras ofensas así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden” (Mateo 6:12).
A mayor conocimiento del Dios revelado en Su palabra, de una vida de intimidad con Él, mejor entendimiento tendremos de la santidad de Dios y de la condición pecaminosa de nuestros corazones. Estaremos así en mejor disposición a perdonar, porque estaremos más conscientes del perdón recibido y del alto precio pagado. Si no conocemos a Cristo, quién es y lo que hizo, nuestra mente caída no puede entender cómo podemos perdonar hechos que parecen imperdonables. Cuando Jesús fue crucificado, su intercesión ante El Padre fue “Perdónalos porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34). Cuando Pedro directamente le preguntó sobre cuántas veces debíamos perdonar, Jesús le respondió “70 veces 7”, lo que significa innumerables veces o tantas veces como sea necesario.
Un pensamiento que siempre viene a nuestras mentes es que lo que nos han hecho “no es justo”. A esto decimos que la justicia siempre está en las manos de Dios. Delante de su perfecta santidad, mi pecado, que ya ha sido perdonado, es tan horrendo como cualquier ofensa contra mí. Además, y como evidencia de Su soberana gracia, dice Romanos 8:28, “Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a su propósito”. No importa qué tan “injusto” puedan ser las ofensas de otros hacia mí, ¡Dios las torna para bien!
Con estas firmes convicciones bíblicas arraigadas en mi corazón, me ha tocado perdonar vez tras vez aun cuando me han humillado, me han irrespetado, y cuando me he visto profundamente dolida. Hace unos años me vi ante una situación de desengaño de una persona muy amada. Ante ojos humanos, yo sufrí una gran traición. Sin embargo desde el momento mismo en que supe tal situación, Dios me sostuvo, y las verdades proclamadas en Su Palabra me llevaron por el camino del perdón.
No tengo cómo agradecerle a Dios el que me haya dado entendimiento acerca de lo que implica Su Perdón. Esto me ha ayudado a someter mi deseo de venganza, mi sentido de justicia humana, y sobretodo, ¡a sanar mi dolor! Esta fue una experiencia dolorosamente dulce, porque Su presencia fue manifiesta en mi vida; Su paz y sanidad me han sostenido al punto de poder liberar por completo a aquel que me afectó. En el proceso que le siguió y hasta el día de hoy, vez tras vez, lo perdonado quedó atrás. Como dice Isaías 43:18 “ni traigan a memoria las cosas antiguas”.
Me ha servido de mucho también, desde un principio, que Dios trajera a mis pensamientos cómo el pecado que hay en mí es tan pecaminoso ante su santidad como la falta cometida en mi contra. Yo siendo perdonada no tenía ni nunca tendré el derecho de retener el perdón ante cualquier falta.
El perdón incondicional que Cristo nos modeló no es una reacción natural del ser humano: es producto de Su obrar en nuestros corazones. Y Dios, en su inmensa bondad, nos bendice grandemente en todo este proceso de perdonar. Una y otra vez seremos heridos. Una y otra vez tendremos que perdonar. Y una y otra vez seremos bendecidos.
Aquellos que hemos recibido a Cristo como nuestro Señor y Salvador, sabiendo que esto ha sido por pura gracia, tenemos el deber de perdonar cualquier ofensa en nuestro perjuicio. Cristo, siendo igual a Dios, no escatimó nada para tomar forma de siervo, cumplir con la ley, y ser crucificado, para que así nosotros pudiéramos recibir el perdón de Dios. El perdón es un acto que exalta a Dios y apunta a Cristo. Y como dice C.S. Lewis: “Ser un cristiano significa perdonar lo inexcusable, porque Dios ha perdonado lo inexcusable en nosotros”.
Escrito por:
Aileen Pagán de Salcedo, colaboradora del programa: “Mujer para la Gloria de Dios” que se produce en nuestros estudios.
Puede acceder a la versión original del artículo aquí. https://www.coalicionporelevangelio.org/articulo/perdonando-vez-tras-vez/
Ana munoz / 15/11/2019, (4:48 pm)
Gracias por compartirlo. Pues, cada Dia necesitamos del perdon, en todo el sentido de la palabra; para seguir corriendo esta carrera en Cristo. Bendiciones de lo alto.