Una maternidad bíblica

Escrito por el 11/05/2018

El tener hijos es una bendición de Dios que conlleva una gran responsabilidad de parte de los padres.

 “He aquí, don del Señor son los hijos; y recompensa es el fruto del vientre.  Como flechas en la mano del guerrero, así son los hijos tenidos en la juventud.” (Salmo 127:3-5)

 La mamá abnegada, que dedica sus mejores habilidades y mayor cantidad de horas a la crianza de sus hijos, es un concepto que poco a poco ha sido desplazado.  La maternidad hoy día es más vista como una tarea, como una carga y un obstáculo para el desarrollo de la mujer (solamente tenemos que escuchar a las mamás mismas hablar sobre sus tareas).

Una de las principales causas de este cambio de concepción ha sido el impacto del movimiento feminista.  Al principio, surgió en los Estados Unidos en el siglo XIX como un grupo de mujeres que buscaban mayor libertad; a finales de la década de los ‘60 y principios de los ‘70, resurgió en lo que se ha denominado, “la segunda ola”.  Hoy este movimiento persiste, con una agenda cada vez más amplia y afectando la concepción de lo que es ser una mujer, madre y esposa cristiana, en la que se ha identificado como “la tercera ola” cuyo origen se ubica en los ‘90.

Aun en el seno de las familias cristianas hemos adoptado muchos de los argumentos que este movimiento promueve.  Muchas madres han criado a sus hijas enfatizándoles su preparación académica y desarrollo profesional, por encima del rol de madre y de esposa.

En nuestros días nos ha tocado ver y padecer las consecuencias de una sociedad que se deteriora. Este descalabro comenzó desde el día en que dejamos de lado Su diseño y seguimos a nuestro necio corazón y las corrientes de este mundo.

Es sólo Dios quien hace que nuestra matriz sea estéril o fecunda, Quien de forma soberana concede los hijos según Su voluntad.  No son posesión nuestra, son de Él, Quien nos los presta.

¿Por qué? Porque desde la perspectiva divina los hijos son un regalo Suyo.  El tener hijos es una bendición de Dios que conlleva una gran responsabilidad de parte de los padres.

Tenemos un compromiso y un llamado de Dios mismo, de amar y disciplinar a los hijos.  La integridad de nuestro testimonio es pieza fundamental, para desde pequeños instruirles en los caminos de Dios.

El criar adecuadamente a los hijos es uno de los retos más trascendentes de la vida (Dobson).  Por todo lo que conlleva, no es entonces de sorprender que una mamá se sienta sobrecogida ante la llegada de un hijo, principalmente si es el primero.

¿Cómo es posible que nosotras, pecadoras e imperfectas podremos ser una buena mamá? ¿Cómo, con nuestras carencias emocionales y hasta profundas heridas, o simplemente con un matrimonio que no funciona, podremos ser las mejores mamás para nuestros hijos?

¡Por gracia! La Biblia dice en Filipenses 2:13 “…porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por Su buena voluntad”. ¡Solamente al estar en íntima comunión con Dios podremos hacerlo!

Nuestras carencias y debilidades más profundas se harán evidentes en nuestro rol de madre, y solo a los pies de Jesús podremos encontrar todo lo que nos falta o dejar lo que nos sobra.  Tener hijos es una razón más para aferrarnos a la cruz de Cristo.

Él suplirá nuestras carencias y nos llevará más allá de nuestras limitaciones.  Muy claramente, Proverbios 9:10 dice que “El principio de la sabiduría es el temor del Señor, y el conocimiento del Santo es inteligencia”.   Para todo lo que ocurre en la vida, Dios tiene algo qué decir.  Y aún más sobre la maternidad, asunto que Él mismo considera tan valioso.

Esto jamás implicará ser mamás perfectas porque esto es imposible y es una presión que no viene de Dios.  Muy por el contrario, y así lo dice la Biblia “Te basta mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad” (2ª Co.12:9). 

En el ejercicio de nuestra maternidad se harán evidentes nuestras limitaciones y se pondrá de manifiesto nuestra necesidad y dependencia de Él. Tontas somos si no buscamos en Su Palabra, consejos sabios; necios, si no cultivamos una vida de oración e intimidad con Él.

Como mamá, muchas serán las alegrías y celebraciones, mas también muchas serán las batallas que tendremos que pelear, apartadas de Él, nuestras fuerzas serán drenadas y nuestro espíritu abatido.  “Mi carne y mi corazón pueden desfallecer, pero Dios es la fortaleza de mi corazón y mi porción para siempre”. (Salmos 73:26)

¿Es Dios mi primera fuente de amor y sabiduría para criar a mis hijos? ¿Reconozco la importancia de mi maternidad, en tiempo y esfuerzo, como mi máximo llamado (después de mi esposo)? ¿Estoy criando a mis hijos para que dependan de mí o a través de mi dependencia de Cristo, los enseño a depender de Él?

¡Ayúdanos Señor a ser mamás que te honren! ¡Amén!

Escrito por: Aileen Pagán de Salcedo, miembro del programa: “Mujer para la Gloria de Dios” que se produce en nuestros estudios.

 

 


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