Una abuela piadosa

Escrito por el 14/11/2016

Yo he conocido a algunas “Anas” en mi vida, pero hay una realmente especial para mí, mi abuelita Tony, desde que nací mis padres trabajaban así que tuve la bendición de ser cuidada por ella. Pasaba la mayor parte del día en su casa; con ella aprendí a leer, a jugar, a cantar, a orar… Siempre tenía tiempo para estar conmigo a pesar de estar rodeada de trabajo.

Le gustaba mucho que yo pasara la noche en su casa y recuerdo claramente como en una noche de esas,  yo tendría 5 ó 6 años, estando en su cama,  me habló sobre cómo Jesús había muerto por nuestros pecados, no era la primera vez que lo hacía, pero por alguna razón no parábamos de llorar agradeciéndole al Señor por ese sacrificio a nuestro favor, y ahora cuando veo para atrás, estoy segura que esa noche, junto a ella,  el  Evangelio tocó mi vida.

Siempre su influencia ha sido una constante, cuando niña la acompañaba a la iglesia y a las reuniones de oración con sus hermanas en la Fe, fui testigo de innumerables veces que con amor confrontaba a las personas acerca de su vida espiritual, nunca desperdició una conversación sin hablar de Cristo.  Cuando crecí y me casé, ese mismo amor que había depositado en mí se cobijó a mi esposo y a mis hijos, ellos tuvieron la dicha de tener una bisabuela que siempre los hizo reír.

Si estabas con ella siempre habían risas, los rodeó de dulzura  y se encargó de que ellos supieran que los amaba. Igual que conmigo, nunca estuvo ocupada o cansada para compartir con ellos.

Durante su último año de vida batalló con un cáncer en los huesos realmente doloroso, fue una época muy dura y de mucha  enseñanza para mí, un mes y medio antes de morir, tuvo un encuentro con su Señor y  Él, de manera sobrenatural, quitó todo su dolor y le dio la certeza que Él la acompañaría en el proceso de llegar a Su presencia.   El día antes de su muerte cenamos juntos gran parte de su familia, jugamos, cantamos, nos disfrutamos sin saber que al día siguiente partiría, fue una noche hermosa.  Aunque se siente extraño decirlo, su muerte fue para mí uno de los momentos más dolorosos que he vivido  pero también uno lleno  de gozo, poder presenciar como alguien que había anhelado por tanto tiempo en su vida estar con Cristo, finalmente lo hacía y ser testigo de  la manera tan amorosa en que Él la condujo a Su Presencia aumentó mi fe de manera indescriptible, desde entonces sé que Él estará conmigo todos los días hasta el fin del mundo, ahora sé que nunca habrá nada que me separe de Su amor.

Su casa siempre estuvo llena de gente, siempre había alguien “extra” viviendo allí, siempre había comida en la mesa para quien lo necesitara y durante su funeral, mucha gente que no tenía un parentesco sanguíneo con ella al darnos el pésame decían, “ella fue una como una mamá para mí”,   ella marcó muchas vidas con su amor y su sacrificio, ella moría diariamente a sus necesidades y ponía las de todos nosotros delante, no sé cuántas veces ofreció comida dejando de comer, o dejó a un lado su comodidad para dar albergue a alguien más,  así que, como solía hacer,  aun allí seguía enseñándome,  desde entonces decidí que mi casa no debía servirme a mí sino al Señor y Él se ha encargado de mostrarme el camino, ahora oro para que el Señor me muestre las vidas en las que Él quiera que yo me invierta,  soy mucho más hospitalaria de lo que era y ahora con una motivación diferente, por ejemplo, cocino no para que se diga lo talentosa que soy sino para que quien lo coma se sienta amado y cuidado.

Me falta un largo camino por recorrer, estoy muy lejos aún de parecerme un poco a ella, pero estoy tan agradecida con el Señor por haberme permitido ver de primera mano una vida consagrada a Él, con debilidades y faltas, pero siempre sirviéndolo y amándolo.  Ahora sé que aunque en la televisión o en los libros nunca se hable de ti, una comida caliente servida con amor, unas palabras de ánimo, un hogar abierto,  un tiempo de juego con una nieta, esas simples cosas pueden dejar un legado invaluable por generaciones y convertirte en una persona realmente importante en la vida de muchos.

De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto. El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará. Juan 12:24-25

Mi abuela vivió de esta manera. Si queremos llevar mucho fruto, necesitamos morir diariamente, morir a nosotras mismas y a todo lo que nos distrae de lo importante, ¿estarías dispuesta a reflejar  a Cristo de manera práctica a alguien cerca de ti? Ora y pídele Su ayuda, Él se encargará de mostrarte el camino.

Autora: Mary Bonilla de Lorenzana

https://www.avivanuestroscorazones.com/mujer-verdadera/blog/una-abuela-piadosa/

 

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