“Ciertamente pondrás por rey sobre ti al que Jehová tu Dios escogiere… Pero él no aumentará para sí caballos, ni hará volver al pueblo a Egipto con el fin de aumentar caballos… Ni tomará para sí muchas mujeres, para que su corazón no se desvíe; ni plata ni oro amontonará para sí en abundancia.” – Deuteronomio 17:15-17
“El peso del oro que Salomón tenía de renta cada año, era seiscientos sesenta y seis talentos de oro… Y traían de Egipto caballos y lienzos a Salomón; porque la compañía de los mercaderes del rey compraba caballos y lienzos… Y tuvo setecientas mujeres reinas y trescientas concubinas; y sus mujeres desviaron su corazón.” 1 Reyes 10:14; 1 Reyes 10:28; 1 Reyes 11:3
El diccionario de la Real Academia Española define la palabra “consecuencia” como “hecho o acontecimiento que se sigue o resulta de otro.”
Es esta una realidad que todos vivimos a diario y bajo innumerables circunstancias ya sean transcendentes o no: Las consecuencias de todo lo que hacemos. Este hecho no contempla temperamentos, personalidades, conductas o lugar en la historia; es sencillamente el efecto de una causa.
Es por eso que al pensar en Salomón y la grandeza de su reino, su fama, sabiduría y todo su esplendor incluyendo el hecho de que fue el autor de tres libros del Antiguo Testamento; necesitamos inquirir diligentemente para descubrir cuál es la razón original que derivó en la consecuencia de una apostasía de las más lamentables y recordadas en la escritura.
Y como no podía ser de otra manera en el ámbito espiritual, las consecuencias son el resultado de la desobediencia a la palabra de Dios. Así de claro lo había dicho el Señor: “Y cuando se siente sobre el trono de su reino, entonces escribirá para sí en un libro una copia de esta ley… y lo tendrá consigo, y leerá en él todos los días de su vida, para que aprenda a temer a Jehová su Dios, (para que no) se aparte del mandamiento a diestra ni a siniestra; a fin de que prolongue sus días en su reino, él y sus hijos, en medio de Israel.” (Dt. 17:18-20).
He aquí la principal y única razón de la desviación espiritual del rey Salomón. Cuando dejó de lado la palabra de Dios, dejó de lado la fuente de la verdadera delicia y comenzó a andar en consejo de malos, a estar en camino de pecadores y dejó el trono de la piedad y la justicia para sentarse en la silla de los escarnecedores, y sufrió en su propia vida y reinado el corolario de su pecado. Deja de oír la voz de Dios y automáticamente darás oído a la voz del extraño con su pregunta favorita “¿Conque Dios os ha dicho…?” (Gn. 3:1). De allí en más es un tobogán de consecuencias de las cuales en muchas ocasiones no es posible recuperarse.
Es mucho mejor mantener constancia en lo poco, sostener los principios fundamentales y mantenerse en la senda antigua de la lectura y la obediencia diaria a la palabra de Dios porque de lo contrario, no solamente pecarás contra Dios sino que harás exactamente lo contrario a lo que él enseña, como Salomón lo hizo con el oro, las mujeres y los caballos. Dios ya se lo había dicho.
¡Dios te bendiga!
Autor: Ricardo Daglio
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